ALBERTO MÁRQUEZ CARRASCAL
FREGENAL DE LA SIERRA
Sábado, 27 de abril 2019, 15:32
El peregrino al Santuario de Nuestra Madre suele tener la impresión de que su camino se desarrolla en apenas hora y media. Un paseo de esperanza, entre campos reverdecidos por las lluvias de abril, que culmina en la alegría nívea que asoma en medio de la dehesa. Contemplar el dichoso templo que nuestros antepasados levantaron hace más de cinco siglos provoca un júbilo especial a cualquier frexnense.
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Pero hay un camino aun más largo, uno que lo separan varios cientos de kilómetros, y no seis. Una distancia que se mide por el espacio, pero sobre todo por el tiempo que transcurre mientras que lo recorremos. El frexnense emigrante se enfrenta cada año a un peregrinar comparable espiritualmente a grandes devociones, de todos los credos y religiones. Una experiencia compartida con los seres queridos, y de los que antaño lo recorrieron y que hoy se regocijan en el amparo de su Pastora.
Los jóvenes que realizamos este camino vamos habitualmente acompañados de aquellos que han dedicado muchas horas, días y semanas en volver a Fregenal, sobre todo para celebrar nuestra Fiesta Mayor. Y nos parece muy lejana la posibilidad de que el autobús fuera recorriendo Madrid, desde San Sebastián de los Reyes hasta Móstoles, casa por casa, frexnense por frexnense, sumando peregrinos. Un perdido recorrido que un estudiante con casa en Vicálvaro veía con muy buenos ojos, ahorrando los 30 minutos que le separan de la Estación Sur de Méndez Álvaro.
Pero dos caminos se trazan casi en paralelo para bajar a Fregenal. El rumbo suroeste puede realizarse por carretera y por férreos caminos. Un verdadero camino blanco entre encinas altas, pues las vías se esconden entre el frondoso arbolado, cruzando todas las capitales extremeñas lento, muy lentamente. Una travesía que, en el mismo tiempo que gasta el autobús, permite descubrir toda la anchura de Extremadura, revisar las resquebrajadas piedras de Emerita Augusta, y alcanzar nuestro pueblo dejando a la diestra el Pino la Junta.
Y entre estas dos sendas físicas, se trazan múltiples líneas de conectividad. Una red de sentimientos y reflexiones que permite a los emigrantes sentirse y saberse frexnenses. Mañana, una de esas conexiones se encarna en un sobre. Una conexión vía postal que recoge el pensamiento de cada frexnense individualmente. Un ejercicio de un derecho, que es todo un deber para con nuestro país.
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Un ejercicio activo para quien se decida a emitir esa opinión desde la distancia, con una reflexión callada con la mente puesta en la Tierra que decides defender. Una carta anónima, que defienda concordia y diálogo. Un mensaje con el que esos peregrinos quieren recordar que buscan reducir esa distancia, mejor mañana que dentro de diez años. Porque tienen clara una cosa, no quieren llegar tarde a ver a su Madre.
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