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La cuerda rota (fragmento), 1962 GUILLERMO SILVEIRA

Se querían (apuntes del lado oscuro)

TRIBUNA LITERARIA ·

Se querían, otoño, primavera, versos blancos, azules, luna nueva y perpetua, remotos horizontes como labios o espadas. Se querían, qué lejos quedaban de la mar aquellas suertes polvorientas y llanas, aquellos barrancales pedregosos, aquellos mansos alcores cenicientos. La quería, caricia, mundo, mano, luna que llega y toca. Y sigue en ello

MIGUEL PÉREZ REVIRIEGO

Viernes, 9 de julio 2021, 08:00

Se querían, otoño. «Wuppertal [estaba] cerca de Düsseldorf», aún ponían los circos en la Corchuela, la eterna Niña de los Ojos Verdes interpretaba al final del espectáculo la bonita canción que llevaba por título Rocío, ¡ay mi Rocío!, aquella otra del que «vino en un barco / de nombre extranjero» y hasta una humilde y bajita imitadora de la simpar Celia Gámez a la que su ácrata amigo de derechas Santiago Castelo acompañó por una temporada podía impunemente soltarle a uno del barrio al que apodaban el Republicano que «Este Madrid es hoy de yugo y flechas, / es sonriente, alegre y juvenil. / Este Madrid es hoy brazos en alto / y signos de facheza, cual nuevo abril». Se querían, invierno como cuerpos distantes y oscuros («hoy es siempre todavía»).

Se querían, primavera aterida en el andén de una dulce madrugada que al cabo de tanta nada y tantos versos ardientes aún habla con los ausentes herida y enamorada. «Señoras y señores: Hace unos momentos fuentes autorizadas del Ministerio de la Gobernación han confirmado que el Partido Comunista… perdón… que el Partido Comunista de España ha quedado legalizado e inscrito en el… perdón… [entra música]... Hace unos momentos fuentes autorizadas… [entra de nuevo la música]». «Afortunadamente nuestro hijo nacerá en América, tendrá los problemas de su tiempo, de los que se entienden, de los que a veces se resuelven y a veces no, pero no tendrá problemas españoles». Se querían, Font Roja, manos, gavilán, paloma que no presiente el disparo. «Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; porque fuerte es como la muerte el amor; duros como el Seol los celos; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama. Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían». Cantares 8:6. Reina-Valera 1960 (RVR1960).

Se querían, lo supo desde el mismo instante en que sus bocas se alzaron melancólicas o lívidas de entre el remoto origen de la noche. Se querían, pero ahora (esta mañana triste y desabrida), ahora que de casi todo hace ya cuarentaicuatro años de los que no se olvidan ni perdonan, ahora comprende bien que aquellas blancas cartas con sellos grandes de cuando el centenario de san Jorge como patrón de Alcoy que le echaba Carmona por debajo de la puerta, aquellas cartas se quedaron «vivas / hablando para los muertos», que las calles de aquel pueblo que nunca fuese azul, que los andenes vacíos, aquellos ateridos vagones de tercera que iban a ninguna parte y ningún sitio, toda una mar redonda (nada menos que una redonda mar antigua y fugitiva), se le han quedado enhebrados para siempre en un hondón callado de la ausencia (como se quedan prendidos de la muerte los lagos y las montañas y los sueños afincados más allá de la fe o la desesperación), que «ausencia es sombra / que mientras más se aleja / más cuerpo toma», «que los amores primeros / son muy malos de olvidar».

Se querían, otoño, primavera, versos blancos, azules, luna nueva y perpetua, remotos horizontes como labios o espadas. Se querían, qué lejos quedaban de la mar aquellas suertes polvorientas y llanas, aquellos barrancales pedregosos, aquellos mansos alcores cenicientos. La quería, caricia, mundo, mano, luna que llega y toca. Y sigue en ello.

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