Contigo no serviría haberte dicho que lo de las ratas ahítas de ternura nada tuvo que ver con las cartas con sellos de cuando el séptimo centenario de san Jorge como patrón de Alcoy que me echaba Carmona y aún ponían los circos en la Corchuela
MIGUEL PÉREZ REVIRIEGO
Jueves, 3 de junio 2021, 08:00
Ahora que a lo que parece toca a su fin este tiempo de blanca guardería, centro TIC, qué significa «electromagnetismo», «que no te duerman con cuentos de hadas, / que no me cierren el bar de la esquina», bien que hubiese querido dejarte aquí consignado a manera de inmarcesible crónica sentimental de un curso acompasado de silencio y roja confidencia sobre trasfondo gris todo cuanto sé y solo recuerdo (o tendría que decirte mejor todo cuanto recuerdo y solo sé) de aquellos días no tan azules, aquel no tan fiero sol de mis no tan vivos años que atrás quedan.
Mas bien sé que en el transcurso de esta hojilla si tú quieres poética (y eso que la poesía [ya lo sabes] es la más íntima y documentada, la más verdadera historia de cuando otrora fuese un arma cargada de futuro) no ocurre apenas nada, mas espero que entiendas que es porque en ella todo se queda, como se quedan prendidos de la muerte los lagos y las montañas y los unamunianos sueños afincados más allá de la fe o la desesperación que en ellos, en los lagos y las montañas, fuera de la historia, en angélico poema hacia la ciega mar se cobijaron.
Quizá, no sé. Pero ahora que te escribo esto me pregunto por qué no traté también de persuadirte a ti con un engaño (si es que esto es un engaño), con una simple y sencilla mentira, fingiéndome poeta exquisito, excelso vate, nada menos que todo un hombre sin serlo. Por qué no te dije que para ponerle letra al cincuenta aniversario de la Coral Frexnense resultaba estrictamente indispensable sacar a colación que un viejo tren / ha pasado por mi acera / como aquella primavera / que un día me dijo ven / [aterida] en el andén / de una dulce madrugada / que al cabo de tanta nada / y tantos versos ardientes / aún habla con los ausentes / herida y enamorada y sí toda la verdad («Pues amarga la verdad / quiero echarla de la boca»), en este caso incluidos «sus apellidos, su nombre, / su sexo y su domicilio / y su carné de identidad», que las primeras palabras («palabras de amor, palabras») que escuché fueron «paraules d'amor», las primeras cartas de esas «que se quedan vivas / hablando para los muertos» traían sellos de cuando el séptimo centenario de san Jorge como patrón de Alcoy, me las echaba Carmona por debajo de la puerta y como la nueva constitución no llegase hasta el año siguiente (quiero decirte que lo de la preterida libertad religiosa no comenzó más o menos a seguir como ya estaba [ya lo sabes] hasta luego) pues como era de prever acabaron hechas polvo, ya no sé bien si «polvo enamorado». Que aquella oscura mirada / que una noche inacabada / me miró lejana y sola / la esperanza que no cesa, / la sombra cercana y fría / que un verano se vestía / de encendido azul turquesa fuera la de Arias Montano.
Y he comprendido que fue porque entendí a tiempo que a ti nunca te engañaría de semejante manera, que contigo no serviría haberte dicho que lo de las ratas ahítas de ternura que infestaron los desvanes donde alentó la vida nada tuvo que ver con las cartas que me echaba Carmona cuando aún ponían los circos en la Corchuela (lo que no sé bien es cuántos sellos de cuando el séptimo centenario de san Jorge como patrón de Alcoy se perdieron), mirar para otra parte ni el fácil subterfugio, que solo con la verdad te convencería; que no habría conseguido nada si hubiese pretendido escenificarte una comedia (más bien tragedia), la que representaba para mentir a los otros.
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