

JUAN IGNACIO MÁRQUEZ
Lunes, 9 de julio 2018, 07:45
En las mañanas del incipiente verano, cuando el sol hace acto de presencia entre los troncos de encinas y alcornoques, en nuestras dehesas extremeñas, junto al canto de decenas de aves, se oye el golpeteo seco del hacha corchera en los troncos de los alcornoques que están siendo despojados de su corteza. Las manos expertas de hombres curtidos y jóvenes que se afanan para que no se pierda un oficio ancestral y que a la vez les reporte un sueldo, se ennegrecen con la suberina, esa sustancia que exhala el tronco del árbol cuando se le quita el corcho y que forma una barrera de protección entre el tronco desnudo y el ambiente.
Estas tareas de saca del corcho se llevan a cabo desde el 1 de junio hasta el 1 de septiembre, en la Comunidad Extremeña.
Cuando el árbol es joven, a la primera saca se le denomina Bornizo o Corcho virgen, a los nueve años se producirá otra saca y se llama Corcho secundario. Posteriormente a los siguientes nueve años, el corcho obtenido se le llama Corcho amadia, siendo este ya de más calidad y el que se utiliza por ejemplo para fabricar tapones. En circunstancias normales un alcornoque suele dar corcho hasta los 150 años.
El corcho no solo se utiliza para la fabricación de tapones para las botellas de vino o cava, este producto natural tiene múltiples aplicaciones. Se utiliza como aislante térmico y acústico en construcción o aplicaciones espaciales, muebles, objetos para la decoración, componentes para instrumentos musicales, moda y complementos y un largo etc.
3.000 años antes de Cristo, los chinos ya empleaban el corcho para utensilios de pesca. También los egipcios, asirios, fenicios o los persas conocían sus distintas propiedades. En el periodo greco-latino se utilizó el corcho para construir colmenas, suelas para zapatos y boyas de diferentes tipos.
Pero desde que el hombre comenzó a consumir vino, la corteza del alcornoque, se utiliza en vasijas de todo tipo; barriles, botellas y similares.
Su aprovechamiento a escala industrial no llegaría hasta finales del siglo XVIII, cuando comienzan a utilizarse recipientes de vidrio para el envasado de líquidos en pequeñas cantidades.
Así que este material que tiene características elásticas, impermeable a gases y líquidos, casi incorruptible y resistente, ha sido muy apreciado desde los albores de la humanidad.
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