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¿Qué hora es?
Todos los días a las 8 de la tarde, los españoles salen a sus balcones, dedicando un aplauso por todos los héroes anónimos en la lucha contra el coronavirus
ALBERTO MÁRQUEZ CARRASCAL
FREGENAL DE LA SIERRA
Sábado, 4 de abril 2020, 12:14
Si ha tenido que mirar el reloj, es porque no son las ocho de la tarde. Una hora que muy posiblemente quedará marcada para cualquier español por siempre en nuestra memoria. Dice un popular tema de Mecano, muy repetido durante la Nochevieja que «entre gritos y pitos los españolitos, enormes, bajitos hacemos por una vez, algo a la vez», en referencia a la ingesta de las doce uvas.
Sin embargo, los aplausos con los que inundamos las calles cada tarde, también noches antes del cambio de hora, son una expresión profunda de algo común que hemos patentado. Lo que parece un país encerrado y apagado no es tal. Más bien, el silencio del resto de horas se iguala a las noches, mientras dormimos. El pueblo no es que haya muerto, sino que se encuentra en un largo sueño, para muchos triste pesadilla, del que esperamos despertar cuanto antes.
Es por eso que nos asomamos a los balcones, desde aquel 14 de marzo en que empezó esta tradición. Por aquel entonces (parece que hace una eternidad, ¿verdad?) algunos seguíamos cada minuto la información que llegaba. Unos por Twitter, otros por la televisión. Pero los que gustamos de tener información inmediata nos pegamos al transistor, porque las ondas de radio viajan a una velocidad más rápida que la señal de la TDT, con entre 6 y 10 segundos de retraso; o internet, que depende de le velocidad de subida. Unos tiempos irrisorios para muchos, pero para el que se nutre de información para vivir, son esenciales.
Nos acercábamos a las ocho de noche. Tan solo unos minutos antes habíamos escuchado a los líderes de la Nación informar y opinar sobre la aprobación del Real Decreto que todos conocemos. Al toque de las señales horarias de las ocho, el transistor explotó en aplausos, mientras nos animábamos los unos a los otros a asomarnos al balcón. Es sorprendente que una iniciativa expandida por las redes sociales aquella misma mañana en algún punto indeterminado de España llegase con tanta velocidad a todo el país. Y es que en la misma noche que se inició aquello, ya había vecinos en nuestro Fregenal que salieron como gesto de apoyo a los héroes en la lucha contra el coronavirus.
Aquel día, la convocatoria se realizaba pensando en el personal sanitario. Aplaudíamos mientras médicos y enfermeros en el Sistema de Salud se afanaban y desvivían por sacar adelante a los enfermos que se acumulaban en las puertas de los hospitales. Pero más adelante nos dimos cuenta que también eran héroes aquellos que nos atienden en las cajas de los supermercados, los farmacéuticos que nos proveen de medicamentos, los transportistas que nos traen los alimentos de primera necesidad. Son muchas más las personas que se han ido sumando a ese aplauso que cada uno dedicamos a los héroes anónimos que nos ayudan a continuar, esperando desde la seguridad de nuestros hogares.

Como ya hemos dicho, en nuestro pueblo no es menos este homenaje. Por ello nos decidimos trasladar hasta un lugar donde hubiera una gran concentración de personas. Las imágenes que acompañan a estas líneas, o que más bien son la inspiración de las mismas, se tomaron las tardes del 30 y 31 de marzo, en la calle Rafael Ortega y en las Barriadas de Santa Ana y Extremadura. Las primeras muestran la aportación de los vecinos de la calle a la que me puedo asomar sin necesidad de salir de casa. Los mismos que, como comentábamos poco más arriba, salieron también el primer día al balcón.
Sabíamos, por las redes sociales, que los vecinos del Bloque E de la Barriada de Santa Ana habían decidido colgar pancartas que nos animaban a todos a quedarnos en casa y como muestra de cariño a esos héroes de los que hablábamos antes. Por eso nos trasladamos hasta allí junto con la cámara de Televisión Fregenal. Armado el objetivo, nos dispusimos a retratar el momento. En los minutos previos a las ocho se respiraba un ambiente que iba en crecimiento, mientras poco a poco se asomaban cada vez más personas. A los balcones del bloque E veíamos salir a toda una familia unida, pero igual ocurría desde las ventanas de la Barriada Extremadura, en la acera de enfrente.

La mayor satisfacción del reportero es una sonrisa sincera, como las que nos encontrábamos al pasar ventana por ventana. Una sonrisa con la que sentíamos cómo nos llegaba el agradecimiento. Las muestras de cariño no faltan en todas las ventanas, con cartelitos dibujados por las familias, que nos animan a todos a seguir adelante.
Y cuando pensábamos que el trabajo había terminado, camino del coche y de casa, se escuchaban a lo lejos los sones del Rayo en otro de los bloques de la Barriada. Esto nos hizo apretar el paso y correr para llegar a retratar esta alegría de otros vecinos que, sorprendidos, seguían en el aplauso continuado, aunque ya fueran más de las ocho y diez. Desde los balcones nos saludaban, en algunos casos con las mascarillas que muchas mujeres de Fregenal se afanan por multiplicar. Vemos asomar en una de las instantáneas a alguna de ellas, mostrando con orgullo el ramo de mascarillas rojas con la que nos saluda, mientras de su cuello cuelga el metro y en la punta del dedo continúa el dedal.

Porque el aplauso paraliza nuestros quehaceres diarios en el hogar. Apartamos por un momento todo, salimos con lo puesto y aplaudimos. Porque este es el símbolo de nuestra resistencia. Un momento de estallido que nunca vamos a olvidar, y del que esperamos que nunca perdamos su verdadero sentido, mucho menos cuando los héroes a los que aplaudimos hayan vencido.
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