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Conociendo el patrimonio: El retablo de Santa Ana
Nos adentramos en la belleza de esta pieza plateresca, la joya de la escultórica frexnense atribuida a Roque de Balduque
FRANCISCO CARMELO ZAPATA LINARES
Sábado, 11 de abril 2020, 11:06
Quizás sea en estos momentos de reclusión y confinamiento sanitario cuando más valoremos aquellas calles que sin darnos cuenta pisábamos, aquellas iglesias por cuyas puertas pasábamos o esos monumentos que obviábamos. Sin embargo, la actual situación nos ofrece una segunda oportunidad para conocer, ver, sentir, disfrutar y apreciar esas calles que nos simples puntos de paso sino testigos de la Historia de Fregenal, que esas Iglesias no son simples edificios sino que supone un punto de encuentro cultural, y que esos monumentos son el ejemplo del pasado social de Fregenal. Quizás la actual situación nos permita disfrutar del patrimonio, antes que la cotidianeidad haga mella en lo excepcional.
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La Iglesia de Santa Ana sea quizás uno de esos ejemplos de edificio que pasamos por alto gracias a la frecuencia de paso, y no reparamos en su excepcional construcción y desconocemos el hecho de albergar uno de los mayores tesoros artísticos de la retablística bajoextremeña del siglo XVI. El edificio en sí, presenta planta de cruz latina y se remata en su cabecera con un ábside poligonal. Y es precisamente en esa cabecera, y justo detrás del altar donde tiene su desarrollo el retablo mayor de la Iglesia, con un diseño en forma de tríptico, es decir, dividido en tres calles verticales, como se puede apreciar en el esquema compositivo que aparece al final del artículo.
Durante prácticamente todo el siglo XVI, centuria en que se fecha el retablo, Fregenal y prácticamente toda la comarca, experimentó una relativa intensidad en lo que a actividad artística se refiere, coincidiendo así mismo con uno de los momentos de mayor desarrollo de la ciudad. Esta intensa actividad no permitió, sin embargo, convertir a la villa y su entorno en un centro artístico de primera categoría que, sí ostentaban otros puntos más próximos como Zafra o Llerena, o indudablemente el gran foco sevillano. Durante este siglo se mostró Fregenal como un centro más bien subsidiario de los anteriores focos y receptor de arte de segundo orden.
En lo relativo al retablo que nos ocupa, a falta de documentación que lo corrobore, es atribuido al flamenco Roque de Balduque según estudios del profesor Banda y Vargas. Entre los motivos que le atribuyen dicho retablo al mencionado autor está el hecho de la pertenencia política de Fregenal a la jurisdicción sevillana, donde el propio Roque de Balduque colaboró en la realización del Retablo Mayor Catedralicio, y posteriormente en el retablo de San Juan Bautista de Chiclana. Sin embargo, a esta pertenencia política a Sevilla hay que tener en cuenta la dependencia eclesiástica de Extremadura. Esta vinculación política va unida de la artística, y el núcleo sevillano extiende su influencia sobre todo el sur extremeño: Llerena, Zafra, Jerez de los Caballeros, Fregenal de la Sierra, Higuera la Real, etc.
También se vincula su origen sevillano a la presencia en el banco del retablo de las mártires hispalenses Justa y Rufina. Del mismo modo, el propio Balduque ya había realizado obras en Extremadura, concretamente en el retablo mayor de Santa María de Cáceres observándose en el retablo cacereño y en el de Santa Ana un mismo lenguaje y sensibilidad artística. En lo referente a la datación del retablo se fecha en la segunda mitad del siglo XVI, y posterior al retablo cacereño, finalizado en 1550. Si tenemos en cuenta que el propio Balduque estaba afincado en Sevilla en 1534, y este murió en 1561, el retablo de la Iglesia de Santa Ana debió realizarse en la década de los cincuenta del siglo XVI.
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Formalmente el retablo presenta forma de tríptico, que se adapta a los tres planos del testero de la capilla. La iconografía que ofrece el retablo no presenta un orden claro. La lectura ideal de un retablo se establece de abajo a arriba y de izquierda a derecha, pero pocos retablos bajoextremeños ofrecen esa oportunidad. El banco o parte inferior del retablo se dedica a las virtudes teologales y cardinales, doctores de la Iglesia, confesores y mártires. En el sagrario apreciamos los relieves del Descendimiento, y Cristo amarrado a las columnas.
Dentro de los relieves del primer cuerpo y el central se encuentran distribuidas historias marianas: Encuentro de Santa Ana y San Joaquín, Santa Ana y María en la hornacina central, la Natividad de María. Parece que el orden iconográfico dispone los temas marianos en torno a la hornacina con la imagen titular. El resto de relieves son escenas de Cristo: Entrada de Cristo en Jerusalén y el Ecce Homo en el segundo cuerpo; la Caída de Cristo con la Cruz, la Resurrección y la Ascensión en el cuerpo superior; Pentecostés en el ático, donde normalmente se representa la imagen Padre Eterno o el Calvario, que aparece rematando el retablo. En el centro aparece Cristo crucificado, María y San Juan, mientras el Buen Ladrón aparece en el lado litúrgico que le corresponde, en el lado del Evangelio, y el Mal Ladrón en el otro lado. Las entrecalles recogen en hornacinas a los 12 apóstoles, mientras que las entrecalles del cuerpo central recogen a los cuatro evangelistas: San Lucas, San Juan San Mateo y San Marcos.
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Toda la decoración y composición podemos incluirla dentro del estilo denominado Plateresco, como los soportes, formados por columnas de orden compuesto decorado con fustes con grutescos, así como los balaustres del último cuerpo. Sin embargo, el retablo presenta la novedad de que se utiliza únicamente figuras en relieve y de bulto redondo en detrimento de la pintura. Podemos afirmar en este sentido que se encuentra en una etapa distinta, fruto de la evolución de aquellos retablos enteramente de pincel hacia otros de talla y pincel hasta llegar a la evolución final como es el Retablo de la Iglesia de Santa Ana.
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