El cascabel al gato

Las acciones individuales de cada uno repercuten de un modo u otro en toda la sociedad. La actual situación de pandemia que estamos sufriendo nos ha llevado a hacer una reflexión acerca de la importancia del grupo más allá del individuo. Si en el pasado más lejano, el éxito de la supervivencia de la especie sobre el resto de depredadores se explicaba por la adquisición de la conciencia de que la comunidad es más fuerte que el grupo, hoy en día alcanzar ese grado de conciencia para salvar la actual situación se nos presenta poco más que como una quimera.

A esta reflexión llegó un buen amigo mío de fuera de nuestra localidad que, tras venir de una zona de contagio y realizar su pertinente cuarentena de 14 días sin salir de casa con el fin de no contagiar a nadie en el caso de que viniera con el «bicho», (se realizó un test antes de venir pero todos sabemos que puede dar positivo más tarde), se asombró ante la gran capacidad que hemos tenido todos de llevar a cabo actos de responsabilidad tan grande como los de nuestro pueblo.

Se asombró en primer lugar del uso generalizado de la mascarilla, todos y cada uno de los vecinos, perfectamente colocada y puesta en cualquier situación, ya sea esperando la cola para comprar, en la terraza mientras no se bebía o en cualquier establecimiento cerrado.

Se asombró también del modo en el que se ejercía el ocio nocturno. Nada de aglomeraciones en ningún lugar del pueblo, de nuevo todo el mundo con las mascarillas bien puestas y sobre todo nada de extralimitar los aforos de las zonas de ocio, y especialmente le llamó la atención como todo ese ocio se hacía en las terrazas, al aire libre y no se producía ninguna aglomeración en el interior de los locales, perfectamente controlados por sus propietarios. Le gustó especialmente, la actitud responsable de los jóvenes. Recordó una frase que se viene repitiendo en Italia desde el inicio de la pandemia por parte de aquellos veteranos de la Segunda Guerra Mundial: «A nuestra generación se nos pidió que fuéramos a la guerra, a la vuestra, que os quedéis en casa». Y evidentemente, la generación mejor preparada de la historia de España está respondiendo con creces. Desde luego, nuestro pueblo puede ser considerado la panacea de control virológico de cualquier epidemiólogo.

Sin embargo, al ver toda esta situación algo le removió las entrañas por dentro: ¿cómo es posible que con estas medidas tan bien aplicadas, Fregenal sea una de las localidad con mayor número de infectados por habitantes? ¿Cómo es posible que haya tanto contagiados en nuestro hogar de mayores? ¿Cómo es posible que de casi 5.000 habitantes que tiene nuestra localidad, más de 60 hayan fallecido a causa de esta enfermedad? ¿Cómo es posible que desde las administraciones no se alertara antes de toda esta situación y se tomaran medidas? ¿Cómo es posible que la solidaridad con nuestros vecinos haya desembocado en una de las situaciones epidemiológicas más complicadas de la región? ¿Cómo es posible que familias enteras hayan enfermedad y algunos de sus miembros fallecidos? ¿Cómo es posible que muchas tiendas de toda la vida hayan cerrado por el cese de actividad? ¿Cómo es posible que con tantas cosas haciéndose tan bien por parte de todos en nuestra localidad, haya desembocado en una ruina casi total del mismo? Mi amigo solo esbozó una sonrisa y llegó a una conclusión: «Nadie le puso el cascabel al gato».