
Esta mañana he escuchado una entrevista que le han hecho en la cadena Ser a la presidenta de la Mancomunidad de Tentudía acerca de la grave situación que padecen los pueblos que la componen por la falta de agua en el embalse. La presidenta ponía de manifiesto la gravedad casi extrema que sufre la zona, en donde se han tenido que tomar medidas para evitar que la situación empeore, si cabe, más de lo que ya está.
Las medidas restrictivas, como podemos imaginar, van dirigidas principalmente a prohibir el llenado de las piscinas públicas y privadas de la red general de aguas, además de hacer una llamada de concienciación a la ciudadanía para hacer un uso más responsable de este elemento cuyas reservas están en franca regresión debido al descenso pluviométrico a causa del cambio climático que ya tiene carácter incuestionable, por más que todavía pululen por ahí energúmenos negacionístas.
La planificación de uso del agua tiene que venir desde arriba, es decir, de las instituciones públicas, mediante la promulgación de normas y leyes que sean consecuentes con una situación que cada vez se agrava más, especialmente en el sur del país, para lo cual es necesario, además, que el sector industrial y la propia ciudadanía adquieran de una vez por todas el firme compromiso de utilizar el agua con la responsabilidad que requieren las actuales circunstancias que, dicho sea de paso, no tienen visos de corregirse a mejor.
Cuando escuchaba a la presidenta de la mancomunidad se me vino a la cabeza algo que ya he puesto de manifiesto en otras ocasiones sin mucho éxito.
En un pequeño estudio que inicié hace unos años, además de analizar el preocupante descenso de precipitaciones, destiné un apartado a lo que yo llamo «las cañas de cerveza y sus daños colaterales», que les voy a exponer con la brevedad que requiere este espacio:
Por todos es conocida la moda surgida hace algunos años de enfriar el vaso de la caña aplicándole un generoso chorro de agua de la red pública, que va directamente al sumidero sin posibilidad de otro aprovechamiento posterior. Pues bien, unos pequeños cálculos, en un país cervecero por excelencia, nos pueden dar idea del descomunal derroche que a diario se produce. Si tenemos en cuenta que un barril de cerveza de 50 litros da unas 210 cañas, y que cada caña despachada se lleva una media de ¼ de litro de agua, esto nos deja la nada despreciable cantidad de 525 litros de agua por barril consumido Ya me dirán si esto no es una aberrante locura. Dejo a la imaginación de cada uno las cañas que consumimos en el Sur de España, sobre todo ahora, que empieza a apretar el calor.
Pero volviendo a la Mancomunidad, y para terminar ya, los cálculos de población de los municipios que la componen nos dejan un consumo aproximado de cerveza que nos hace tirar al sumidero más de 4,5 millones de litros de agua al año, o lo que es lo mismo 4.500 de metros cúbicos, con los cuales se podrían llenar un buen número de piscinas públicas y privadas ¿No les parece?
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