Repican, tañen, resuenan, brillan, iluminan y emocionan. Las campanas en la Víspera de un Domingo de Milagros. Ese repique que remueve el corazón de todas ... las personas que se sienten frexnenses. Un tañer que percute en el interior de los corazones cada sábado previo a la Dominica in Albis a las doce del mediodía. Resuenan por todas las calles del pueblo, extendiéndose como un manto agudo y sonoro de Santa Ana al Barrio Sur, de la cruz de los Mártires al cerro de San Cristóbal.
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El sonido brillante de esas campanas que iluminan todo a su alrededor, llueva, haga frío, diluvie, ventee o incluso si nieva. Emocionan, claro que emocionan, como se emocionan mis ojos al recordar su sonido, como se erizan los vellos en la memoria de los que las escuchaban con ilusión, en las orejas que se sienten sordas sin su retumbar, en mi nariz que se embriaga de la pólvora que estalla en el cielo.
Repica el campanero. Campanero que es lo mismo que mensajero. El nuestro se llama Manuel. Sacristán de las parroquias de Fregenal. Estos días nuestro mensajero, el pregonero de la mayor alegría de un pueblo, no tiene las mismas fuerzas que el año pasado para subir a la torre del Homenaje, esa atalaya desde la que lanza su mensaje. Pero eso no significa que las manos de otros no puedan emular las suyas y regalarnos un atisbo de su arte.
En la radiante mañana de ese sábado, que muchas veces hace sol, pero otras tantas llueven y ventean con fuerza, la voz de la campana se lanza al mundo. Una voz clara y aguda, que suena con fuerza, y que queremos que escuchen mientras leen estas palabras. Los que las leen saben perfectamente cómo suenan.
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Suenan como la voz de nuestras madres cuando nos despertaban para ir andando al Santuario. Como la voz de nuestros abuelos cuando te dejaban coger su grandioso farol en la iglesia, justo antes de salir el Rosario. Suena como la voz de nuestros hermanos que se desviven cantando el Rayo, y corean con pasión un vals sin versos alrededor de una hoguera. Suena como la voz de nuestras abuelas enseñándonos la oración que le regalamos a una Madre cada Domingo de Milagros. Suena a la voz de nuestros padres a la sombra de una encina en una tarde de lunes tirados en el pasto.
Todo eso nos regala el campanero cada víspera del Domingo de Milagros. Un mensaje de amor y memoria, de recuerdo y presencia. Un canto que refuerza nuestro espíritu, lo llena de alegría y lo prepara para celebrar. Hoy es ese día. Felices Fiestas.
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